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Mujeres corresponsales de guerra: el caso de Gerda Taro

[ENTREVISTA FICTICIA, MUJERES HISTÓRICAS]

Olga Melero Hernández


Ilustración de Gerda Taro (I) por Elena Gutiérrez Roecker | Púrpura Issue

Al día siguiente de aterrizar en Barcelona, tres semanas después del levantamiento militar, la telefoneo al alojamiento donde se hospeda. Desde el otro lado del aparato me responde una voz juvenil y risueña, segura de sí misma; es la voz de Gerda Taro. Por cortesía, me intereso sobre el viaje desde París. Me dice que el piloto había tenido que hacer un aterrizaje forzoso en medio de la montaña debido a un fallo mecánico del avión, pero que, afortunadamente, ella y André habían salido ilesos. La entereza con la que me lo cuenta me deja sin palabras, así que decido ir directa al motivo de mi llamada. Le pregunto dónde quiere que nos veamos para hacerle la entrevista y me cita, en un francés muy fluido, en un café del centro. Cuarenta y ocho horas más tarde, acudo al lugar acordado y me encuentro a una mujer bien vestida, con un corte de pelo a la garçonne y los labios pintados de rojo, como si fuera a asistir a una cita en uno de esos cafés del barrio parisino de Montparnasse. Toda una declaración de intenciones.


Acaba de llegar a España y apenas hace tres semanas que se produjo el levantamiento militar. ¿Qué la ha traído tan pronto a nuestro país?

André y yo hemos seguido muy de cerca los últimos acontecimientos. La noticia de la sublevación nos estremeció a todos y desde el principio tuvimos claro, tanto nosotros como otros muchos compañeros fotógrafos y periodistas, que debíamos venir cuanto antes a cubrir la causa republicana y su lucha en defensa de la democracia y la libertad. Pero necesitábamos un encargo para ser enviados especiales, así que André fue a visitar a varios editores hasta que Lucien Vogel, el editor de la revista francesa Vu, nos ofreció venir a Barcelona con motivo de un número especial que va a preparar sobre la guerra.


Más allá de su compromiso profesional como informadora, ¿qué supone la guerra para usted como fotógrafa, como creativa?

Si como reportera de guerra mi deber va a ser mostrar la resistencia de la República española frente al golpe de Estado que ha sufrido por parte de los militares fascistas, como fotógrafa mi objetivo será captar el espíritu de los combatientes republicanos, su valentía y determinación, y sus ideales, que yo misma comparto, pero también sus sentimientos de angustia y dolor. Sin duda la guerra me va a permitir desarrollar mi fotografía.


Y como ciudadana, ¿qué le supone la guerra?

Para mí supone la culminación de las tensiones políticas que se han fraguado en Europa en los últimos años. Pero también creo que es un escenario en el que las democracias europeas tienen la oportunidad de frenar al fascismo.


¿Cree que la República logrará sobreponerse?

Estoy convencida; no puede ser de otra manera. Los españoles detendrán al general Franco y, con él, también a Hitler y Mussolini.


Se le ve muy esperanzada, ¿cómo ve usted al pueblo español?

Muy esperanzado, también. Aquí en Barcelona el ambiente es casi festivo, la gente está saliendo a la calle para mostrar su compromiso con la República, ¡para celebrarlo! Te encuentras a jóvenes, campesinos, obreros e, incluso, mujeres preparándose con optimismo e ilusión para ir al frente. Esto hace que nos sintamos, si cabe, más implicados en la causa. Es más, yo también me siento española.


Dice sentirse española, pero es de origen polaco, creció en Stuttgart, fue a estudiar a Suiza, ha vivido en Leipzig y ahora reside en París. ¿De dónde es usted?

Soy de todos esos sitios y, a la vez, no soy de ninguno (ríe). Cada ciudad ha sido importante para mí; en todas ellas he hecho buenos amigos, con los que me esfuerzo en seguir en contacto, y he conocido a gente muy interesante con la que he aprendido mucho. No crea que me resultaba fácil marcharme casi de un día para otro y empezar de cero dejando atrás parte de mi vida, pero no me entristece porque cada ciudad ha hecho de mí lo que soy hoy.


¿Son la misma persona la Gerta de Stuttgart y la de París?

En absoluto. En Stuttgart fui una niña que tuvo que forjarse muy pronto un carácter y aprender a lidiar con la discriminación que sufría por parte de sus compañeros en el colegio. Poco a poco fui desarrollando mi confianza y me sentía más segura de mí misma. También me ayudaba verme bien físicamente; recuerdo que al llegar a Suiza empecé a hacer deporte y a cuidar mi alimentación. Y, como siempre me ha gustado vestir elegante, enseguida empecé a ponerme tacones y a pintarme los labios. Por entonces, a lo que yo aspiraba era a llevar una vida despreocupada, burguesa. Sin embargo, al llegar a Leipzig mi mentalidad cambió; empecé a moverme sin quererlo en otro ambiente. Allí conocí a Georg Kuritzkes. Él despertó mi conciencia política y social. Asistía a debates en la universidad y en casa de su madre; hasta ese momento no me había implicado tanto con la causa antifascista. Y esa fue la Gerta que llegó a París.


¿Y en qué momento descubrió su vocación por la fotografía?

En realidad, más que por vocación, llegué a la fotografía por casualidad. Un día, al poco de llegar mi amiga Ruth Cerf y yo a París, estábamos las dos sentadas en un café de Montparnasse cuando se le acercó André Friedmann y le pidió que fuera su modelo para una sesión de fotos. El día de la cita acompañé a Ruth a su estudio, porque no quería ir sola, y allí conocí a André. Estuvo hablándome de él, me dijo que intentaba ganarse la vida como fotógrafo, pero que le faltaba trabajo y estaba pasando algunas estrecheces. Me enseñó sus proyectos, que me parecieron realmente buenos, y yo, que había dejado un trabajo a tiempo parcial que apenas me daba para pagar el alquiler, quise ayudarle para que recibiera el reconocimiento que merecía su trabajo. Empecé ayudándole en el laboratorio con los revelados, a cambio de un pequeño sueldo, y, en alguna ocasión, le redactaba también las leyendas de las fotos. Durante este tiempo él me estuvo enseñando fotografía y aprendí a manejar la Leica y la Rolleiflex.


André le enseñó fotografía, ¿qué le enseñó usted a él?

Desde el principio vi en él mucho talento, pero creo que su imagen no acababa de convencer a los editores, así que le enseñé a sacarse partido. Ahora va regularmente a la peluquería y se viste de traje cuando va a hacer visitas y a enseñar sus fotos (ríe). También le he enseñado cómo dirigirse a los editores y algunas claves para tener más éxito a la hora de vender sus trabajos.


Ha hecho de él todo un profesional... Hábleme ahora de Robert Capa.

Robert Capa es un prestigioso fotógrafo norteamericano, con un gran éxito cosechado en los Estados Unidos, que ahora, ante la situación que atraviesa Europa, ha visto la oportunidad para cruzar el charco y abrirse paso en el mercado europeo de la mano de sus representantes.


Parece que tenía muy bien preparada la respuesta, entiendo que André y usted son sus representantes.

¿Preparada? Al fin y al cabo, somos sus representantes, sí (asiente, sonriendo).


Pero Taro también es Capa, ¿no?

(Me mira con extrañeza) ¿Qué insinúa? Taro es Taro, y Capa... es Capa.


Para terminar, ¿dónde van a ir ahora?

Ahora estamos esperando a ser trasladados al frente de Barcelona y está previsto que nos desplacemos después hasta Aragón y de allí al frente de Madrid.


Permítame que se lo diga: Es muy joven, ¿no tiene miedo?

¿Miedo? Miedo pasé durante mi última temporada en Alemania, sobre todo en las semanas previas a marcharme a París. El ambiente se volvía cada vez más hostil y te sentías sola porque ya nadie era de fiar. Nada te garantizaba la seguridad y era aterrador pensar que en cualquier momento los nazis te podían detener por un delito que no habías cometido. Y en España, a pesar de las circunstancias, me siento a salvo. Los catalanes me han recibido con los brazos abiertos, me han acogido, para ellos soy una camarada más. Y sé que me van a ofrecer ayuda y protección. Además, como dice Capa, si una fotografía no es lo suficientemente buena es porque no te has acercado lo suficiente, así que ni si quiera en el frente me puedo permitir tener miedo (ríe).


Ilustración de Gerda Taro (II) por Elena Gutiérrez Roecker | Púrpura Issue

El próximo 1 de agosto Gerda Taro (nombre artístico de Gerta Pohorylle) cumpliría 110 años; sin embargo, solo vivió 26. El mismo día de su entierro, justo seis días después de su muerte, habría cumplido 27. Me permito por ello incluirla en ese club de jóvenes que vivieron poco pero lo hicieron intensamente, dejando un legado imborrable. Una de las últimas en incorporarse, precisamente un día como ayer de hace nueve años, fue la cantante británica Amy Winehouse.


Como Gerda dice en la entrevista, André tenía poco trabajo cuando lo conoció. Ella le enseñó a él a mejorar sus técnicas de venta y él le enseñó a ella a utilizar las cámaras de fotos. Más allá de lo profesional, Gerda y André se enamoraron y se hicieron novios. Y pronto tuvieron una brillante idea: crear a Robert Capa. Capa sería un fotógrafo norteamericano muy prestigioso, tanto que, cuando viajara a España para cubrir la Guerra Civil y darse así a conocer en Europa, vendería sus fotos a través de dos representantes, Gerda Taro y André Friedman. El plan resultó ser un éxito: La fama de Capa enseguida les trajo encargos y su caché de fotoperiodista estadounidense les proporcionó importantes ingresos (sus fotos costaban tres veces más que las de otros reporteros gráficos también llegados de Francia).


Efectivamente, Gerda y André cubrieron los frentes de Barcelona, Aragón y Madrid. En ese tiempo, todo el material producido por una y otro fue indistintamente firmado con el seudónimo de Robert Capa. Pero en 1937 la pareja se distanció; en lo personal, Gerda rechazó la propuesta de matrimonio de André, y, en lo profesional, André se quedó con el nombre de Robert Capa, que Gerda había inventado para él. Ambos siguieron trabajando, aunque por separado. André fundaría años más tarde la reconocida agencia Magnum Photo. Pero entonces Gerda, que empezaba a vender sus fotos bajo su propia marca, Photo Taro, encontró la muerte de manera accidental.


En la retirada del frente de Brunete cayó al suelo del convoy de las Brigadas Internacionales en el que viajaba, con la mala suerte de que un tanque republicano que les seguía arrolló su cuerpo. Murió unas horas después, en la madrugada del 26 de julio, en un hospital de El Escorial. Fue enterrada con honores en un cementerio de París, pero a partir de ese momento su recuerdo cayó en el olvido. El predominio de la ideología fascista en Europa durante los años siguientes contribuyó a ello, pues Gerda había mostrada públicamente su simpatía por las tendencias políticas de izquierdas. Además, las revisiones posteriores del trabajo de Robert Capa atribuyeron a André la autoría de la mayoría de las fotos, si bien es cierto que la pareja había desarrollado un estilo muy similar al trabajar conjuntamente.


No fue hasta finales de los años 80 que, a raíz de una investigación sobre literatura alemana en el exilio, se recuperó su historia y empezó a considerársele una gran fotógrafa con obra propia. Ese proceso de reconstrucción de la vida y obra de Gerda tuvo un momento clave en 2008, cuando apareció “la maleta mexicana”, tres cajas con casi 4.000 negativos de fotos de la Guerra Civil tomadas por André, Gerda y David Seymour (un amigo en común), de las que se descubrió que muchas de las firmadas por Capa pertenecían a Taro. Finalmente, dicho proceso culminó en enero de 2018, tras haberse cumplido ocho décadas de su fallecimiento. Twitter sacó a la luz la última fotografía en la que se ve a Gerda con vida, mientras es asistida por un médico. Aquel hombre, que en 1992 había reconocido ante una cámara haber atendido a Gerda en su lecho de muerte, hizo unas anotaciones en el reverso de la fotografía, en las que definió a Gerda como “la mujer de Capa”. Pero la realidad es que Taro también fue Capa, y no solo eso, sino que fue la primera mujer fotoperiodista en cubrir un conflicto bélico y, por desgracia, también la primera en morir en el frente de batalla.


Con esta entrevista ficticia, realizada hipotéticamente a la llegada de Gerda a España en 1936 (tres semanas después del levantamiento militar y un año antes de su muerte) queda reflejada la personalidad de Gerda, aquella que se había forjado a lo largo de su niñez y adolescencia, marcadas por el espíritu de la época de entreguerras, y que la trajo después a España, donde disfrutaría de la etapa más exitosa de su carrera. Para conocer en profundidad a Gerda Taro, así como la profesión de corresponsal de guerra, recomiendo por último el libro Gerda Taro, fotógrafa de guerra: el periodismo como testigo de la historia, de Fernando Olmeda.


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