[OPINIÓN]
Paula Carpeño Huelves
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Hace dos semanas conocí la historia de Ruth Thalias, una mujer peruana de tan solo diecinueve años a la que su expareja asesinó de manera brutal. El caso sucedió hace ya un tiempo, pero la suya es una de las muertes por violencia de género que más me ha impactado. La tragedia comenzó cuando Ruth participó en el programa El valor de la verdad (Latina Televisión, 2012-2016) −donde el concursante se sometía a la prueba del polígrafo− acompañada por sus padres y su entonces novio Bryan Romero. En el tiempo que duró el rodaje, los presentadores aprovecharon para formular preguntas incómodas sobre el pasado de la joven, que había tenido una vida muy dura. Tras hacerle confesar que trabajaba como stripper y solo estaba con Bryan hasta que “encontrase a alguien mejor”, Ruth contó que ejerció como prostituta en dos ocasiones.
Ese fue el final de su paso por El valor de la verdad, pero solo el comienzo de la pesadilla. Apenas dos meses después, la policía de Perú encontró el cadáver de Ruth Thalias enterrado bajo una pila de cemento y piedras. Según explicaron las fuerzas del orden, el móvil del crimen había sido una mezcla de dinero y celos. Ruth y Bryan habían acordado repartirse el bote del concurso, trato que ella nunca llegó a cumplir. Sin embargo, saber que su novia le había sido infiel fue un motivo mayor para acabar con su vida, incluso cuando ya no estaban juntos. La muerte de Ruth puede englobarse en un contexto mucho más amplio: todas aquellas mujeres que pierden la vida a manos de sus maridos, parejas, exparejas o simplemente hombres desconocidos. Casos como el suyo derivan en una pregunta clave: ¿por qué es necesario el feminismo hoy en día?
La Delegación del Gobierno español contra la Violencia de Género calcula un total de 1.118 víctimas mortales desde el año 2003 hasta la actualidad. Asimismo, un informe de Ayuda en Acción advierte de que una de cada tres mujeres sufre violencia física o sexual por parte de su pareja, y que tres de cada cinco son asesinadas por alguien a quien conocen. Naciones como Egipto, Irán, Chad, Mali, Marruecos, Pakistán, Siria y Jordania permiten prácticas denigrantes para el sexo femenino sin ningún tipo de repercusión legal. En la India se producen una media de tres ataques con ácido semanalmente. En México 2.073 mujeres permanecen desaparecidas. En pleno siglo XXI y en España, un país perteneciente al primer mundo, hace menos de un mes se publicó la noticia de un matrimonio que había secuestrado a su hija de un centro de protección de menores para realizarle una ablación del clítoris.
La Delegación del Gobierno español contra la Violencia de Género calcula un total de 1.118 víctimas mortales desde el año 2003 hasta la actualidad.
Ahora más que nunca es necesario el feminismo. Para evitar otra muerte como la de Ruth Thalía, para que las niñas puedan ir tranquilas al colegio sin que ningún salvaje les arroje ácido desde una moto, para que no mutilen sus cuerpos, para no ir un día a comprar el pan y no regresar jamás. Porque la violencia contra las mujeres sigue siendo una práctica común en todo el mundo. ¿Cuánto tiempo más vamos a tolerarlo?