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Las víctimas olvidadas de la Segunda Guerra Mundial: la violación como arma de guerra

[CULTURA]

Eva Cezón Balaguer


Un hombre empujaba una carretilla sobre la que yacía, yerta, una mujer. Mechones grises, un delantal de cocina azul, suelto, ondeando. Sus flacas piernas, con medias grises, sobresalían por el otro extremo de la carretilla. Casi nadie miraba. Aquello parecía la recogida de basuras de otros tiempos. - Una mujer en Berlín. Anónima.

Es por todas las personas sabido la cantidad de barbaridades que el ejército nazi realizó bajo su dominio durante la Segunda Guerra Mundial. Bajo constantes sirenas que auguraban bombardeos y los rostros de terror de familias que huían del seno de sus hogares, acabaron no solo con la vida de las personas, también con su valor intrínseco y dignidad. Millones de ellas fueron enviadas a los famosos campos de concentración, vejadas, mutiladas, violadas, obligadas a desnudarse como otra cruel forma de humillación, etc. Cortaron la raíz de aquellas culturas que consideraban como un “peligro” (judíos, eslavos, gitanos, etc) convirtiéndose los cuerpos de estas personas en auténticos campos de batalla. Se buscaba imponer una supremacía del terror desde el mayor daño posible.


El 2 de septiembre de 1945, tras la rendición incondicional de Japón, se produjo la capitulación y el final de la guerra. Bajo consignas de victoria y propaganda que seguía incitando a la violencia, el bando de los Aliados (británicos, franceses, americanos, soviéticos y chinos) se declaró victorioso. La historia fue escrita por los vencedores del momento quienes conmemoraron la caída del nazismo en películas, libros, pancartas, etc, y todos aquellos soportes que hicieran perdurar y glorificasen su memoria.


Sin embargo, parece que los libros de historia se han olvidado de enseñar el pasado oscuro de esta época que comenzaba tras el final de la guerra. Miles de mujeres alemanas y de otros países ocupados fueron violadas y torturadas sádicamente con la llegada de estos. Un fenómeno de violaciones masivas. Un exterminio más allá del pensamiento generando un genocidio por medio de la violación que no se diferenciaba tanto de lo realizado por los nazis.

Desde trabajadoras en las grandes industrias hasta soldados en las unidades de vigilancia aérea, las mujeres desempeñaron un papel esencial durante la guerra. Mujeres que se sacrificaron y estaban en primera línea, mientras muchas de ellas seguían siendo consideradas como inferiores al sexo masculino y relegadas al ámbito del hogar. Mujeres como Hèléne Bert quien trabajó incansablemente en los hospitales parisinos, Suzanne Spaak una refugiada belga que fundó el Movimiento Nacional contra el Racismo y luchó por dar una familia a cada niño huérfano judío o Berthe Wild activista que luchó por los derechos de la mujer durante la guerra. Pero pareció no ser suficiente a ojos de la visión militar exclusivamente masculina.


Las mujeres se han convertido en las víctimas eternas de la guerra. Relegados sus cuerpos a meros botines de guerra y olvidadas entre los recovecos de la historia como si su sufrimiento vivido y valentía por la misma quedase opacada por la victoria sobre los nazis. Sus voces fueron silenciadas por mucho tiempo y, en muchos casos, por ellas mismas debido a una cuestión de vergüenza.

Soldados soviéticos agrediendo a una mujer alemana. Fuente: Guioteca

La llegada en abril de 1945 de las tropas soviéticas a Alemania y la posterior victoria supuso el inicio de otro tipo de violencia para la población civil siendo un mártir constante de la guerra. Bajo las frases como “los alemanes atacaron primero” y alentados por una propaganda violenta basada en la sed de venganza, miles de soldados soviéticos violaron a unas 100.000 mujeres (solo en la capital) en algunos casos a punta de pistola. Todo comenzó con saqueos y robos iniciales. Lo mismo a lo que se habían dedicado los nazis durante la cruel guerra, ahora lo estaban reproduciendo las supuestas tropas civilizadas. Desde los 13 años hasta los 68 años, ninguna estaba a salvo de ser violada. Algunas lo sufrieron repetidas veces y hasta por 23 hombres. Tampoco se salvaban de torturas sádicas que les provocaban desgarramientos en sus sexos y por lo que luego tenían que ir al hospital para ser cosidas. Con la retirada y vuelta a casa de las tropas rusas perduró en la memoria de las víctimas aquellos rostros de soldados y barbaridades cometidas.


La ansia de vejación provenía de las masacres producidas durante la guerra por el Ejército Alemán. El odio generado alcanzó tal magnitud que el propio Stalin dijo a sus tropas que veía justificado la violación de las mujeres alemanas y de países aliados de los nazis. La guerra había terminado, pero la violencia estaba más viva que nunca y la fina capa de humanidad que desapareció durante la guerra también lo hizo tras ella.


Actualmente, los medios rusos continúan sin dar credibilidad a los testimonios que han ido surgiendo en las últimas décadas afirmando que se tratan de meros “mitos de occidente”.

Un escalofriante capítulo del final de la guerra que costó 70 años sacar del tabú y ser discutido por los historiadores. Algo incomprensible cuando existían pruebas y testimonios directos de fotógrafos que se habían movido durante la guerra a las ciudades bombardeadas para registrar la destrucción de las mismas.


Uno de los testimonios que más revolvieron conciencias fue el del libro “Una mujer en Berlín”, cuya autora se mantuvo en el anonimato por años hasta hace poco y cuya decisión respetamos. Este libro en el que se recogen las anotaciones de un diario datado de entre el 20 de abril y el 22 de junio de 1945 narra la desgarradora experiencia y sufrimiento de su protagonista y otras mujeres con la llegada de las tropas aliadas. Con la máxima crudeza y honestidad, lejos de un endulzamiento de la historia, se cuentan las masivas violaciones y brutalidades realizadas por los soldados.


Una historia que el pueblo alemán no estaba preparado para leer, pero que impulsó a que otras personas escribieran sobre el tema ganando fama a partir del 2001.

Sin embargo, no solo este ejército abogó por una violencia brutal hacia la población del país ocupado. En los Informes de invasión de clérigos de Múnich sobre los últimos días de la guerra y primeras semanas se evidenciaron violaciones por parte de las tropas francesas y americanas. Fue la historiadora Miriam Gebhardt la primera en romper el silencio entorno al tema hacia el 2015. Se encargó de recoger los testimonios de estas supervivientes en el libro “Cuando llegaron los soldados”. Este libro relata aquellos estigmas presenten en las mujeres tras la guerra al considerar a los Aliados como los buenos y los liberadores de la crueldad nazi.


La historiadora alemana calculó que el 5% de los niños de la guerra nacidos de mujeres no casadas en Alemania provenían de una violación. Así, muchas mujeres violadas se quedaron embarazadas o se realizaron abortos rudimentarios llegando a morir muchas por ello.

Esta brutalidad también llegó a países como Polonia donde las enfermedades sexuales estuvieron al orden del día. La crueldad alcanzó tal magnitud que aquellos polacos que trataron de salvar a las víctimas eran disparados en masa a “bocajarro”.

Todas las partes se volvieron culpables de estos repugnantes crímenes de guerra. Desde el Cuerpo Expedicionario Francés hasta el famoso Ejército de los Estados Unidos. Unos lo practicaron, mientras otros contribuyeron con su silencio.


Uno de los casos más traumáticos y que tampoco se debe olvidar es el nipón. Las “estaciones de consuelo” eran burdeles donde mujeres eran forzadas a mantener relaciones sexuales con los soldados japoneses bajo la mentira estatal de “prostitutas que vendían voluntariamente su cuerpo”. Lejos de sus familias, hogares y culturas, jóvenes chinas, coreanas, japonesas, filipinas, etc, eran amenazadas por la deportación si no cumplían los deseos de estos combatientes. Finalmente, el gobierno acabó reconociendo en el 2015 estos crímenes de guerra, pero estas mujeres jamás fueron compensadas tras aquellos años de sufrimiento muriendo con ellas el recuerdo.


Con el pasar de los años estas violaciones se mencionaban como algo alejado, un tabú más. Existía un sentimiento de vergüenza. Terminada la guerra muchas de estas mujeres se escondieron y más cuandos sus maridos volvían del campo de batalla y al enterarse eran abandonadas. El objetivo de debilitar y separar a la sociedad, así como humillar de todas las formas posibles se cumplió una vez más. Lo que habían criticado las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial lo reproducían de nuevo. El cuerpo de la mujer como campo de batalla y la violación como un genocidio en masa.

Mujer agredida por dos soldados. Fuente: Cultura Colectiva

Es triste ver que la historia se repite pasen los años que pasen. No hay que olvidar recientes conflictos como el de la antigua Yugoslavia donde se crearon campos de concentración por parte de los serbios dirigidos hacia las violaciones de mujeres musulmanas. También destaca la masacre de Ruanda, donde miles de mujeres de la comunidad tutsi sufrieron violaciones masivas, así como un historial de torturas sádicas. Muchas de ellas fueron penetradas con fusiles, machetes o estacas siendo arrojadas en ellas agua hirviendo o ácido para desfigurarlas.


Ambos acontecimientos supusieron un cambio en la legislación. El Tribunal Penal Internacional acabó reconociendo la violación como un crimen de guerra con el objetivo de proteger a las víctimas frente a estos actos de extrema crueldad. Sin embargo, queda mucho camino que recorrer e historias que dar voz entre el caos de las guerras que acaban con la cordura de la persona más cuerda de todas.

Estos actos no son provocados como consecuencia de impulsos sexuales, si no como herramientas para realizar el mayor daño posible. Una forma de desfigurar a la víctima ante sus ojos y acabar no solo con ella, también con las personas que la rodean. Las mujeres son víctimas eternas de la guerra. Ellas, que aguantaron bombardeos, hambrunas, el éxodo masivo de sus hogares, que se sacrificaron por llevar un trozo de pan a sus hijos y padres y que reemplazaron a los hombres en sus trabajos cuando marcharon a la guerra sin pedir ningún reconocimiento tras ella. Ellas, que lucharon por mantener la cordura intacta en medio de un caos incesante y la violencia más extrema. Las mujeres resultaron ser las heroínas de la supervivencia entre las ruinas de la civilización. Allanaron el camino cuando los hombres volvían desmoralizados de la guerra permitiendo construir una memoria colectiva tras ella.


Es necesario, más que nunca, que perdure la memoria de estas supervivientes. Jamás se podrá seguir hacia delante sin reconocer nuestra historia y nunca es tarde para empezar a conocerla.



 

Algunos recursos utilizados que te pueden servir para completar información...

  • Documental Mujeres en la Guerra (1939-1945)

  • Documental Violencia Sexual como arma de guerra DW Documental


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