El cine refleja la realidad social e interna de la condición humana. Sea mediante fantasías utópicas, épicas de héroes, historias terroríficas o simples romances de lágrima fácil, el séptimo arte nos ha llevado a mundos y realidades lejanas sin movernos de nuestro sofá o una butaca, desde hace ya más de un siglo.
Realmente, la diferencia entre “Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir”, la primera cinta rodada con un cinematógrafo en 1895, y nuestros filmes no es tan grande. Seguimos narrando situaciones banales y de a pie, y dado que los obreros también tenían rostro, probablemente esa película fuera capaz de provocar uno o dos sentimientos en algún espectador.
La violencia también es algo común. Y si no lo creéis, preguntad a las 45 asesinadas que llevamos en España este año 2019. La violencia a la mujer, e incluso no necesariamente resultando en asesinato, es parte de las películas que se estrenan todos los días. Prostitución, violaciones, vejaciones y actitudes machistas inundan nuestras pantallas, como reflejo de la realidad social que acontece cada día.
También es cierto que esta violencia se ha mostrado desde todos los ángulos posibles, desde su justificación hasta la posibilidad del espectador de realizar su propio juicio moral. Algunas de las obras más emblemáticas de nuestro tiempo se han dedicado en su plenitud a las mujeres en búsqueda de venganza (Unforgiven, de Clint Eastwood) o libertad, imponiendo su propia justicia (Thelma y Louise, de Ridley Scott).
Sorprende pensar que pocas de las grandes cintas de la historia han sido dirigidas por mujeres. Y, de hecho, no es por mayor o menor talento, sino que está directamente relacionado con los números. Según el INFORME CIMA 2017, del total de las películas estrenadas en 2017 (131), las mujeres representaban un 24% del total de trabajadores. Siendo tan solo directoras un 7%. Sabiendo esto, asombra todavía más el hecho de que fue una mujer, Alice Guy-Blaché, la primera en crear una película narrativa. La primera directora de la historia, en 1896. Y no fue hasta 2009 (113 años después) que una mujer consiguió el premio Óscar a mejor dirección.
Las conclusiones no son difíciles de sacar. No es el talento lo que lleva a la mujer a fracasar en el mundo de la gran pantalla. Lo cierto es que, sin la misma visibilización, no se puede hablar de talento, igual que tampoco se puede hablar de talento si ambas partes no tienen posibilidades semejantes, siendo las numéricas las principales.
En los cargos de responsabilidad, como producción, dirección, guión, producción musical, montaje o efectos de sonido, menos del 30% lo constituyen mujeres. Esta cifra destaca todavía más si la comparamos con el 86% que constituye el diseño de vestuario, o el 72% de maquillaje y peluquería. ¿A dónde le resultará más fácil llegar a una mujer apasionada por el cine? ¿A puestos dominados por hombres, donde se le tratará con toda probabilidad con una actitud paternalista y subestimación? ¿O a actividades creativas y artísticas, donde pesa la idea (según nuestra sociedad) de que son mejor realizadas por mujeres? Aquellas que requieren empatía, sensibilidad, delicadeza.
Las mujeres no lo tienen fácil para hacer cine. Si esto no fuera así, el panorama español y mundial contaría con muchas más y un reconocimiento mayor. Uno de los motivos es probable que sea la situación social y política en la que se encontraba España hace relativamente poco tiempo, cuando la mujer no se planteaba hacer cine. De la misma forma que tampoco se planteaba ser médico, abogada, o ingeniera. De ahí, comienza una larga cadena de círculos viciosos, que comienza en la inexistencia de referentes. No hay salida para las jóvenes que sueñan con dirigir, producir, o guionizar. De las pocas que se arriesgan, solo unas muy pocas consiguen reconocimiento. Vuelta a la falta de referentes.
Basándonos en los datos, se puede afirmar que la industria cinematográfica es un sector altamente masculino. En lo referente a 2017, las mujeres representan el 24% del total frente al 76% que representan los hombres.
Si ser cineasta es difícil, siendo mujer lo es más. Son varios los testimonios de mujeres que soñaban con la dirección o la producción, y que se han visto vejadas, ninguneadas, y hasta casi violadas, como el caso de Julia Montejo, simplemente por querer hacerse un hueco en una industria, como tantas, de hombres. A cada una que ha conseguido lanzarse y conseguir una pizca de atención por sus obras, se le ha acusado de realizar películas “de mujeres”, y tratan de justificar esa invisibilidad femenina en la industria como falta de originalidad en sus tramas, supuestamente apuntando solo al público femenino. “De mujeres, para mujeres”. Veremos que no es así.
La historia de la mujer en el cine es una serie de idas y venidas, tanto en la propia narrativa como en la producción de la película en sí. Cientos de mujeres olvidadas por el sector crearon maravillas cinematográficas que desgraciadamente la crítica no ha sacado a relucir.
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