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Japón, manga y machismo

[CULTURA]

Lydia Blanco Gala


La autoría de obras de mujeres ha sido ocultada a raíz del machismo en muchas ocasiones, algunas de ellas por decisión propia como es el caso de Mary Shelley, Charlotte Brontë o Joanne Rowling. En muchos de estos casos las autoras optaron por un seudónimo masculino para que el público acogiera de mejor forma su obra, al pensarla escrita por un hombre.


Sin embargo, como vemos en el caso de Harry Potter, esta situación no se quedó en el Romanticismo con Shelley y Brönte. Las asunciones machistas respecto a autorías de obras son frecuentes hoy en día, y más aún en las culturas más misóginas.


El machismo en la cultura nipona es un hecho irrefutable. La sexualización del cuerpo femenino alcanza niveles que superan a los de Occidente, y esta situación viene fuertemente ligada a elementos culturales. Como en el resto del mundo, si miramos atrás encontramos elementos que lo respaldan: en la época de los Samurai, durante el periodo Edo, las mujeres no podían optar a una casa propia, a una herencia o a una katana.


La llegada a Occidente de los cómic manga y las series de animación japonesas (anime) supuso una revolución que ha causado una fiebre a nivel mundial. Sin ir más lejos, El Viaje de Chihiro fue galardonado con el Óscar a la mejor película de animación en 2002. A pesar del prejuicio y rechazo que sufrieron estas modalidades tras su expansión internacional, son cada vez más aceptadas y normalizadas en el resto del mundo, e incluso en algunas ocasiones adaptadas a su cultura.


Muchas mangakas (la palabra japonesa para hablar de un creador de historietas) viven en la sombra, y la creación de sus obras se le atribuye a hombres casi sin pensarlo, sin si quiera plantear la mínima duda de que puede ser una mujer la que esté detrás de una historia que triunfe entre la cultura japonesa. Un ejemplo de esto son mangas como Sailor Moon (cuya versión en anime fue emitida con gran recibimiento en los 90: España y Francia fueron los primero países fuera de Japón en retransmitirla) y Full Metal Alchemist, que figura en los primeros puestos de los rankings.


Ochako Uraraka, personaje del anime Boku no hero. Tierra Gamer

Aunque cada vez es menos repetitivo, el papel de los personajes femeninos en el manga y anime es de mero acompañante. Ahora las heroínas protagonistas son más frecuentes, pero en la inmensa mayoría de historias de éxito las mujeres son un añadido al hombre, un elemento que ayuda a complementar la aventura o al propio personaje masculino (por ejemplo con una historia de romance). Se repite uno de los elementos más frecuentes en las historias de aventuras: un héroe que decide salvar el honor o incluso la propia vida de una damisela en apuros.


En muchas ocasiones las mujeres pierden un elemento imprescindible para los personajes de todas las historias: personalidad propia. Es común que, tras introducir un arco explicando cómo un personaje femenino es increíblemente fuerte, se observa que a pesar de esa fuerza implora la ayuda de un personaje masculino, del cual normalmente está enamorada. Es una de las incongruencias que crea la forma de llevar a estos personajes, ¿acaso no es tan fuerte? ¿por qué necesito la ayuda de un personaje externo (masculino), si tengo tanto poder? Este poder y fuerza quedan relegados a un fetiche, no a una realidad: es poderosa pero no puede utilizarlo, ya que necesita la fuerza del héroe que la salve. No es sino una forma de completar el personaje que, aunque empoderador a su manera, no deja de ser un elemento más del personaje.


Tampoco es ningún secreto que la sexualización femenina en este tipo de arte roza la bestialidad y alcanza la desproporcionalidad, pues se muestran cánones aún más irreales que los que la sociedad de por sí ya impone al género femenino. Cinturas milimétricas, caderas anchas y pecho descomunal parece ser la figura ideal para una heroína, aunque siempre con protecciones para la batalla que casualmente dejan al descubierto vientres perfectamente planos y la parte posterior de los muslos. Sin ya entrar si quiera a lo esparcidas que están las actitudes y conductas pedofílicas, hacia niñas o por lo menos mujeres que aparentan serlo (lolis).


El arte refleja la sociedad en la que se crea, y es inevitable encontrar desigualdades en él cuando la sociedad a la que imita no es en sí misma inclusiva e igualitaria. Cada vez más a menudo, los comportamientos misóginos han comenzado a desaparecer, aunque muchas veces esto pueda ser un reclamo de la trama. Muchos autores utilizan a su favor el auge reciente y la popularidad que ha adquirido el feminismo en los últimos años para simular una inclusividad que atraiga a gente con estos ideales. A medida que las sociedades evolucionan, también lo hacen sus artes, y se estima que la evolución cultural (tanto de Occidente como Oriente) acabará cambiando este hecho.


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