[MODA]
Sara Gil González
Cuando Carolina Torralba acabó la carrera de Bellas Artes en Madrid, no supo que ello le conduciría a crear su propia marca. Ahora, viviendo en Málaga, tras los meses de confinamiento debido a la Covid-19, La Flor ha despegado con la venta de mascarillas.
La Flor comenzó a raíz del impulso de su creadora de aprender sobre costura y confección. “No sabía coser”, pero decidió rescatar una máquina que su madre guardaba en casa e iniciarse en el arte del diseño textil de forma autodidacta. No tardó mucho en comenzar a crear, en sus palabras, “catastróficos resultados”, pero ello no le impidió continuar con su nueva pasión.
“A mí me encanta la gente que se obsesiona. Porque obsesionándose es como se logran las cosas.”
Carolina vende sus productos únicamente a través de Instagram y ella afirma que no le va nada mal. Cada día sube contenido a su cuenta sobre cómo trabaja, nuevos artículos o cómo elabora los pedidos, acercando a su público de manera más familiar.
Los artículos de La Flor desprenden color y energía, y es que para ella era muy importante que sus diseños tuvieran colores y lunares (otra de sus pequeñas “obsesiones”). Además, es una mujer muy concienciada con el impacto ambiental de la industria textil en el planeta y procura que su huella ecológica sea lo más pequeña posible, trabajando sin generar sobrestock, llevando los pedidos en bici y reciclando sus retales sobrantes.
A pesar de los meses de confinamiento, Carolina ha sabido cubrir una necesidad social sin dejar de lado su proyecto y su negocio. Con el fin de crecer y llegar a convertirse en una marca de ropa y, a pesar de sentirse incómoda con la etiqueta de “artista”, Carolina se siente por primera vez creando, y en esta situación sus creaciones están ayudando a que las personas puedan convivir con la Covid-19 con un poco más de alegría.
Haciéndose cargo de todo su negocio sola, independizada y convirtiéndose en una figura inspiradora, la mujer y artista que hay tras La Flor ha venido para quedarse.
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