[CULTURA]
Lucía Puertas Gómez
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Velázquez, Sorolla, Goya, Picasso, los franceses Monet o Rodin, el neerlandés Vincent Van Gogh, el italiano Miguel Ángel o Leonardo da Vinci, hasta el invisible Banksy en la actualidad… Cualquiera se sabe sus nombres artísticos de memoria y sus obras se reconocen en cuestión de un segundo. Y no es para menos: sus pinceladas o sus formas de esculpir son una delicia para cualquiera que tenga el privilegio de observarlas.
Por el contrario, los nombres femeninos no abundan en el ideario popular en general ni en el arte en particular. De los más de 5.000 artistas pertenecientes a la pinacoteca nacional, solo 53 son mujeres, y de las casi 8.000 pinturas expuestas, solo 4 fueron creadas por algunas de ellas.
Si comparamos estas cifras con la cantidad de pinturas con doncellas, princesas y diosas como temática principal, queda claro que, a la Historia, la mujer le agrada dentro del cuadro, no con el pincel en la mano.
Probablemente, si se pregunta a un ciudadano común el nombre de una pintora, diría el siguiente: Frida Kahlo. La originalidad de sus obras, su icónico personaje y su trágica historia le permitieron conseguir un reconocimiento internacional que se ha visto exponenciado en los últimos años. A través de autorretratos coloridos y plagados de un surrealismo del que ella misma rehusaba, la artista transmitía el profundo dolor físico y emocional causado por la enfermedad de la poliomielitis (enfermedad viral contagiosa que dificulta los movimientos y la respiración y que puede ser mortal), un accidente de tráfico que afectó aún más a su movilidad y fertilidad y una relación tormentosa con el pintor Diego Rivera.
La historia y la obra de Kahlo son bien conocidas, pero no ocurre lo mismo con otras artistas: su ausencia en las paredes de los museos puede hacernos creer que, verdaderamente, no existen más mujeres virtuosas en el mundo de las artes plásticas. ¿Es realmente así? En realidad existen multitud de nombres femeninos que tuvieron gran importancia tanto en la pintura como en la lucha feminista.
Caterina Van Hemessen (1528-1587)
Este nombre tan raramente mencionado pertenece a la primera persona que se representó a sí misma pintando sobre un lienzo. Corría el siglo XVI, millones de años después de que unos individuos muy parecidos a nosotros decidieran pintar bisontes en las cuevas en las que vivían. Millones de años en los que las pinturas nunca representaban a la cabeza pensante que sostenía la paleta y el pincel. Caterina Van Hemessen venía a cambiar eso.
La reducida obra de la artista está compuesta sobre todo por retratos de hombres ricos y se caracterizan por los fondos oscuros, lo que recuerda al “tenebrismo” de Caravaggio.
Puede que, de no ser por Van Hemessen, otros artistas como Velázquez no hubieran dado a luz a obras como Las Meninas. Su trabajo sentó un precedente para cientos de pintores que vinieron después de ella.
Sofonisba Anguissola (1532-1625)
Sofonisba Anguissola fue la primera mujer en ser aceptada como estudiante de Bellas Artes y uno de los personajes más importantes en la integración femenina en el mundo de la pintura. Bien es cierto que contaba con una herramienta de la que muchas carecían: el apoyo paterno, del que también gozaron sus hermanas en sus estudios artísticos.
Sin embargo, aún faltaba mucho por recorrer en lo que a igualdad en las aulas se refiere. Las mujeres no podían estudiar anatomía, no fuera que observaran con sus ojos un cuerpo desnudo. Fue por ello por lo que Anguisola se centró en la representación de rostros. Los protagonistas de sus obras, entre los que muchas veces encontramos a sus hermanas, aparecían con expresiones informales, pese a llevar sus mejores galas. Esto la diferenció del resto de artistas de su época, que se enfocaban en representar una belleza sobria, seria y formal. Era el fin de la idealización y el comienzo de la naturalidad y la simpleza, de lo cotidiano.
Además, Sofonisba reivindicó el poder de raciocinio de la mujer al representarla jugando al ajedrez, deporte que estaba culturalmente reservado al disfrute del hombre por el uso de la estrategia y la lógica. Es el comienzo de la ruptura de los personajes femeninos con el papel de musas pasivas, un hecho que se repetirá desde entonces en las obras de múltiples artistas.
La importancia de esta pintora es tal que el Museo del Prado decidió incluirla en la exposición temporal de 2019 Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana (El renacer de Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana), esta última su discípula, en un intento por hacer de sus salas un lugar más inclusivo. Sin embargo, la presencia de estas mujeres en las exposiciones se queda en eso, en la temporalidad, y rara vez se mantienen en la colección permanente.
Junto con Caterina, Sofonisba sembró la semilla para que cada vez más mujeres se animaran a luchar por su derecho a la libre expresión a través de la pintura, pero romper con la discriminación de género siguió siendo casi imposible en los años posteriores.
Camille Claudel (1864-1943)
Camille Claudel fue una virtuosa escultora francesa especializada en la técnica del barro. No obstante, es más conocida por ser la amante del anteriormente mencionado Auguste Rodin, quien, por cierto, jamás se divorció de su esposa. Claudel, que había demostrado su talento desde pequeña, no solo tuvo que enfrentarse a la falta de apoyo de una familia que la presionaba para convertirla en ama de casa, sino también a la sombra que su maestro y futuro amante proyectó siempre sobre ella.
La joven conoció al escultor a los 20 años, cuando fue admitida en la Academia de Arte en la que este impartía sus clases, y llamó tanto su atención que la convirtió en su musa. Con el paso de los años se ha descubierto que muchas de las obras bajo el nombre de Rodin fueron creadas por la propia Camille, quien jamás logró reconocimiento.
En La gran ola, la artista plasma sus frustraciones ante esta situación, y parece anticipar sus infortunios en los años venideros: la negativa de Rodin a divorciarse de su mujer, un aborto y las 30 últimas primaveras de su vida encerrada en un psiquiátrico sin posibilidad de crear la hicieron parecer una “loca” ante la opinión pública.
Existen pocas obras atribuidas a la artista, pero en todas ellas destacan las características del impresionismo y el simbolismo. Además, los temas de sus creaciones y los rostros de los personajes están cargados de un dramatismo que recuerda al Barroco y al pathos manierista (en griego: “pasión”, “emoción”, “sufrimiento” ).
Maruja Mallo (1902-1995)
Continuando con los “ismos”, destaca la integrante de la Generación del 27 y última superviviente del surrealismo Maruja Mallo. Ella sí que consiguió hacerse hueco en la memoria popular −no siempre por su talento, sino por su vida amorosa−, pero el carácter reivindicativo que le dio a su trabajo la hace más que merecedora de ser incluida en esta lista.
Sus obras tocaron diferentes temáticas y técnicas como el realismo mágico y el uso de colores vivos en ciertas etapas; o el mundo de la putrefacción y lo escatológico con una paleta mucho más oscura en otras.
Fue Mallo quien utilizó el arte para poner el foco en la reivindicación de la mujer, así como su papel activo dentro de la sociedad. Sus pinturas, caracterizadas por figuras humanas, formas rocambolescas y colores ocre, sirvieron como reclamo de un lugar alternativo para la mujer, más allá de las musas pasivas y objetos de la mirada masculina (voyeurismo).
Estas ideas la introdujeron en el grupo de las “sin sombrero”, en el que se incluían también otras pintoras y escritoras de la Generación del 27 como Rosario de Velasco o María Zambrano.
Y por si la pintura no era suficiente, al estallar la guerra civil y durante su exilio en Buenos Aires, también se enfocó en la escritura de novelas y en el periodismo. Mallo podría considerarse una “mujer del Renacimiento” de su época (aunque en ese período el término solo se aplicaba a los hombres).
Raquel Riba (1990-actualidad)
Sin entrar en comparativas de calidad, originalidad y dificultad respecto a otras mujeres del panorama artístico actual, cabe destacar la importancia que tienen, hoy en día, obras como las de Riba en la lucha feminista.
Lola Vendetta, el personaje de cómic que ha creado para dar vida a sus ilustraciones, cuestiona mediante concisos mensajes las ideas del patriarcado, y reclama la libertad robada a la mujer sobre su mente y su cuerpo.
Caracterizadas por el blanco y negro con detalles en rojo, sus viñetas muestran situaciones cotidianas y normalizan la existencia de todo tipo de cuerpos, así como la importancia de hablar sobre temas hasta ahora tabú como la menstruación o la vida sexual.
Su éxito se debe, en parte, a su sabia utilización de una nueva herramienta: las redes sociales. Instagram le ha permitido publicar sus dibujos con bastante frecuencia ante sus seguidores, cada vez más numerosos (actualmente cuenta con 609 mil). Es una nueva forma de dar a conocer el arte, pues cualquiera que tenga un teléfono móvil y acceso a Internet puede ver sus obras cuando desee.
Según Pilar V. de Foronda, hay tres causas por las que las mujeres han sido invisibilizadas hasta ahora en el mundo del arte: “La complejidad de compatibilizar los cuidados domésticos y familiares con el trabajo remunerado y con el trabajo artístico”, “una falta de aceptación del trabajo artístico creado por las mujeres” y “la propia infravaloración adquirida en nuestra socialización como mujeres” (Revista con la A, “Invisibilización de las mujeres en el arte. Sobre Educación, Arte e Igualdad”).
Ante esto, cada vez son más las personas que reivindican un cambio en la educación. Se busca fomentar el interés por las pintoras femeninas, un interés que hasta ahora era escaso o inexistente. Y, como las teorías se demuestran con ejemplos, no hay más que fiarse en la reciente colecta de firmas impulsada por la historiadora de arte Miriam Varela a través de Change.org. En ella, más de 170 mil personas solicitaron incluir a más filósofas y artistas en Bachillerato, en las asignaturas de Filosofía e Historia del Arte.
En la actualidad, la multitud de corrientes artísticas permite que cada vez sean más las pintoras y escultoras que se lanzan a demostrar su talento, cada una con su estilo. Ya no solo es dibujada, sino que también dibuja y recibe reconocimiento por su labor. La tecnología y la concienciación social entre los jóvenes lo están permitiendo.
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