Eva Cezón
Algunas de ellas han tenido la suerte o la peripecia para sobresalir en los huecos de la historia. Otras consiguieron mucho, pero acabaron siendo reconocidas muy poco. Librando luchas tanto en sus países, como en el resto de sitios que pisaban con su cámara y un simple bloc de notas. Insultos, agresiones sexuales y situaciones incómodas han vivido a lo largo de su vida desde los inicios hasta, por desgracia, la actualidad. Mujeres inconformistas que marchan a zonas de conflicto para servir como altavoces sobre las injusticias de las que sus ojos son fieles testigos. No les importa sumergirse en sociedades machistas si así pueden dar testimonio de lo que el resto del mundo se niega a ver.
Como en el resto de profesiones, se ha producido un cierto cambio hacia la igualdad entre mujeres y hombres. Pero en el periodismo de guerra el camino se ha vuelto más arduo con el paso del tiempo y los fenómenos que empiezan a surgir en la “Era digital”. Lo conseguido fue gracias a una serie de incansables periodistas que nunca llegaron a “tirar la toalla” en un mundo que parecía estar hecho para los hombres. Sin embargo, queda mucho camino por recorrer.
Repasemos la historia de una de esas entrañables reporteras de guerra, además, de reconocer la labor de las primeras que se lanzaron a informar. En honor a todas ellas y a su innegable valentía.
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